Dentro de los temas sevillanos que abordamos en estos artículos, vamos a tratar un suceso que acaeció en tiempos de D. Pedro I rey de Castilla y León que reinó desde 1350 a 1369 cuando fue asesinado por su hermanastro D. Enrique en los campos de Montiel.
Conocido como el Cruel o el Justiciero, dependiendo de sus partidarios o detractores, son infinidades las historias o leyendas que nos dejó este rey que tanta vinculación tuvo con nuestra ciudad que iremos conociendo. Sus restos reposan en la Catedral de Sevilla.
Hoy traemos una historia o leyenda de las muchas que vamos a tener ocasión de conocer, que por su interés relatamos para quienes no la conozca.
Regresaba el rey D. Pedro de una cacería y al pasar junto al convento de San Francisco, decidió entrar para visitar al prior. Preguntó por él y le dijo el lego de la cocina ( monje no ordenado) que había ido a predicar una novena a Jerez.
El rey dijo algo molesto:
-No quiero yo para esto mis religiosos, ni me agrada que salgan de la ciudad para irse a predicar a otro sitio apartándose de su convento, bien podría su Paternidad haber predicado aquí y dejar que en ese lugar lo hiciera los muchos y buenos predicadores que allí existen.
-Es que nuestro muy Reverendo y prior es un verdadero sabio.
-¡Hola! Conque sabios tenemos. Pues mañana se verá si es tan sabio como vos presumís. Ordeno que sin demora y en cuanto llegue a Sevilla, acuda al Alcázar a comparecer ante nuestra real presencia. Y acto seguido añadió con voz amenazante:
-Advertirle a vuestro muy reverendo Prior, que se vaya preparando para contestar a tres preguntas que le haré a ver si es tanta su sabiduría.
Cuando el prior regresó de Jerez, al informarle los frailes de lo sucedido con el rey, se llenó de temor porque conocía la crueldad de D. Pedro. Se encerró en su celda a rezar a todos los santos para que le liberasen de la cólera del monarca, pues sabía muy bien hasta donde llegaba la severidad del rey.
En estas inquietudes y desasosiego estaba pasando la noche el prior, esperando que amaneciera para ir al Alcázar, cuando llamó a la puerta un fraile lego que llevaba una taza de caldo, y al verle tan afligido le dijo:
-No se abrume vuestra Paternidad que Dios aprieta, pero no ahoga, y yo le aseguro que podrá salir bien fácilmente de este trance.
-¿Fácilmente decís? Cómo se conoce que su reverencia no conoce el mal genio del rey nuestro señor.
-Si vuestra Paternidad me lo permite, le diré que yo antes que fraile fui hombre de campo y tengo mucha gramática parda, le ruego me deje ir en vuestro nombre y seguro que podré amansarlo.
El prior, que de todos modos se veía ya destituido, desterrado y quien sabe ahorcado, pensó que poco podía perder de la gramática parda del lego, y lo dejó ir en sustitución suya.
Llegado a la presencia del rey, el lego, sin quitarse la capucha y con los ojos bajos en señal de máxima humildad, saludó al monarca procurando no ser reconocido.
-Me tenéis muy enojado padre –comenzó el monarca con voz que estaba preñada de malos presagios. -No me gustan los frailes andariegos ni los priores que desamparan a su Comunidad.
Se encasquetó más la capucha el fraile, y bajó todavía más la cabeza tal vez pensando lo que le podría ocurrir si no salía bien del trance de las preguntas.
Y puesto que os habéis arreglado tan bien para infundir en vuestra Orden esa creencia de que sois un sabio, vais a demostrármelo contestando a estas tres preguntas:
La primera ¿Cuánto valgo yo? La segunda: ¿Dónde está el centro de la tierra? Y la tercera: ¿En qué estoy equivocado?
Reflexionad bien y contestad con sabiduría porque si no, padre Prior os juro que lo pasaréis muy mal.
Tras estas enérgicas y amenazadoras palabras del rey, quedó el fraile inmóvil, metió las manos en las mangas como quien medita, y pasando unos instantes contestó:
A la primera pregunta de vuestra Alteza, de cuanto podéis valer, os digo veintinueve reales; recordad que a Jesucristo lo vendieron por treinta monedas, y no creo que vuestra Alteza pretenda valer más que Nuestro Señor.
Satisfizo al rey la respuesta y aguardó.
A vuestra segunda pregunta, de donde está el centro de la tierra y sin que lo toméis a lisonja, os diré que el centro de la tierra está mismamente donde tenéis vuestros pies. No porque seáis rey, sino porque siendo la tierra redonda, por cualquier sitio que se pise tiene ella debajo su centro.
También satisfizo al rey esta respuesta.
– Y finalmente a vuestra tercera pregunta sobre en qué cosas estáis equivocado, no sería yo quien se atreviese a señalar a un rey en sus asuntos de gobierno en lo que pudiera estar equivocado, pero sí en ciertas cosas menudas y domésticas. Así, por ejemplo, os diré que en lo que ahora estáis pensando estáis completamente equivocado.
– ¿Por qué?
Porque en este momento pensáis que estáis hablando con el prior del convento de San Francisco, pero estáis equivocado porque con quien estáis hablando no es más que un lego de la cocina.
Y levantándose la capucha, dejó ver su rostro.
Quedó maravillado Don Pedro I del ingenio, aplomo y sobre todo del valor que el lego había tenido para comparecer ante él.
– ¿Y por qué ha venido el leguito de la cocina y no el prior del convento a quien había llamado?
– Porque la sabiduría de mi prior es tan grande, que no era necesario para estas preguntas, y pensó que para contestarles sería suficiente el último lego del convento.
Comprendió el rey la feroz defensa que hizo de su prior y le dijo:
Está bien, podéis decirle a vuestro prior, que su grandísima sabiduría es lástima que se desperdicie en una ciudad como ésta en la que nos podemos bastar con la sabiduría de un lego. Así que prepare su maleta, monte en su mula y se vaya a otra ciudad con mayor grandeza que la nuestra donde aprovechen mejor a Dios. Yo me conformo con la modesta sabiduría de un lego, para que luzca y brille el primer convento de Sevilla, así que desde hoy vos seréis el Prior del convento de San Francisco.
Ésta historia o leyenda la cuentan de diferentes formas algunos autores, pero creo que ésta es la que más agradece el lector.
El convento de San Francisco se fundó, sobre el año de 1268, hasta su derribo en 1840 durante la regencia de María Cristina y siendo gobernador el General Espartero, casi seis siglos, ha sido uno de los principales centros religiosos y artísticos de la ciudad. Estaba situado en la actual Plaza Nueva, pero con unas dimensiones bastantes más grandes, pues su perímetro era, comenzando por la fachada de la plaza de San Francisco, Albareda, Carlos Cañal, Zaragoza y Joaquín Guichot.)